Contemplación (lat. contemplari, ver, mirar), significa contemplar pacíficamente nuestros sentimientos, pensamientos o lo que sucede en nosotros y alrededor de nosotros, sin llegar a juzgar. Está determinada por una atención tranquila y suave.
De otra manera, como en muchas técnicas meditativas asiáticas, en las que el alumno o buscador trata de vaciar su mente, su espíritu, y de esta forma encontrar la unidad con Dios, se entiende en la mística cristiana por contemplación, el orientarse o entregarse a un Dios que ama incondicionalmente. La experiencia de la presencia de Dios sucede como regalo y gracia divina.
Su técnica se caracteriza en dejar lo que nosotros normalmente acostumbramos a hacer, cuando nos comunicamos con Dios, por ejemplo: de desembocar nuestros sentimientos por medio de palabras hacia él, dejar de comunicarnos con él por medio de oración o dejar de imaginarnos como es él.
Ella se forma con la experiencia o vivencia de que Dios, es distinto a como nosotros nos imaginamos que él es; y de que nuestra forma de comunicación con él, abarca una dimensión más profunda. Después de contemplar nos queda como regalo confianza y entrega. Dios permanece siendo un misterio Divino y a la vez una fortaleza.
Contemplación es comparada con la meditación Budista Vipassana.